martes, noviembre 14, 2006



ELECCIONES nicas (nuevamente...)

Aquí va un texto de Edu sobre las elecciones

Crónica, política, de un viaje a Nicaragua

Tuve la suerte de vivir la victoria sandinista en Nicaragua dos veces, de forma simultánea. Una fue en 1979, otra 27 años después, ahora, pero las dos las sentí en la piel, erizada y transpirada.

El 5 de Noviembre del 2006, hace apenas una semana, se celebraron en el país de los nicas elecciones presidenciales y legislativas. Unos días antes había entrado en Nicaragua, desde la frontera oriental con... Honduras, El Espino, con poco equipaje y un objetivo más o menos claro: sumergirme en el mar de colores que son las elecciones nicas, e intentar conocer, aún superficialmente, la idiosincrasia de ese pueblo que parece enloquecer cada cinco años, cuando revive disputas políticas que vienen de principios de siglo XX y que dividen familias, comunidades y ciudades enteras. En mi mochila, ropa para cuatro días y sólo un libro: La marca del Zorro.

Y sería ese libro, encontrado por casualidad en una tiendecita de intercambio de tomos desgastados de literatura revolucionaria, el que me llevaría a la Nicaragua de finales de los 70, el que me permitiría vivir, revivir, cómo fue esa lucha, de tanta gente, que culminó con la derrota de una de las dictaduras más sangrientas y corruptas de Latinoamérica, y con la instauración de una Revolución, esperanza rojinegra, que superaría el comunismo, el capitalismo, y hasta el castrismo cubano, y que, por fin, daría libertad, y pan, al pueblo.

Obviamente, ahora, casi 30 años después, sabemos que nada de eso pasó. Los motivos tampoco interesan demasiado, por predecibles: bloqueo y guerra auspiciada por EEUU, líderes revolucionarios corruptos, fracaso económico,…Todo esto no se intuía siquiera, claro, el 19 de julio de 1979, fecha de la victoria sandinista, ni se refleja en las páginas del libro. En él, a través de los recuerdos de Francisco Rivera Quintero, el Zorro, o Comandante Rubén, Sergio Ramírez, el poeta, político y escritor nica, nos cuenta la historia del Zorro, un chamaco que con veinte años se subió al monte, y que luego lideró, con apenas veinticuatro, las insurrecciones populares que acabarían liberando de la férula somocista el Norte del país. La historia estremece, hasta las entrañas, hasta el esplachnos, según se avanza por ella. Más de una vez tuve que parar de leer, con los ojos llorosos.

Y mientras tanto, en la Nicaragua real, la de hoy, la de las remesas de los emigrantes de EEUU a una minoría que ya no trabaja, la de los niños que mendigan a la puerta del Congreso Nacional, y la de los universitarios de León y Granada (siempre aquí, en Nicaragua! ), y la de los cheles que estudian maestrías en Europa, y la de los pretos olvidados en el Caribe, en esa Nicaragua real, la que yo conocí, nuevamente se pretende revivir la Revolución, por la esperanza que conlleva para todos, por el sueño de lo que nunca pudo ser.

Y fue así como hablé con los taxistas, con los camareros de los bares, con Anaydee y Norma en el volcán Masaya, con Pedrito en León, con los pasajeros de los buses, con los bolos en los parques… Y todos se dijeron sandinistas, y todavía soñaban. Y perdonaban al Frente, y a Daniel Ortega, Daniel, su perenne líder, la corrupción previa, los pactos con la derecha, su confessio Dei que le llevó a pasar por el altar después de 30 años y 8 hijos, y a votar en contra del aborto,… Perdonan, olvidan, por un sueño, y porque lo otro, la derecha, es aún peor.

Y finalmente el 5 de Noviembre, domingo, el pueblo votó. Y, efectivamente, por fin, el Frente, Sandino, Daniel, el pueblo, por fin, todos, volvieron a ganar. Y ya esa noche comenzó el ruido, la fiesta, los cohetes, los claxons y el perifoneo, los signos de victoria y las risas. Me alegré, cómo no. Y a la vez que ganaba el Frente yo terminaba el libro, y también ganaba en 1979, y no sólo me alegraba, sino que también lo celebraba, júbilo, saltos y sensación de libertad. Todo se mezcló en mí, quizás también en la Nicaragua real. Porque cuando los sueños por fin se cumplen, todo puede pasar…

Y lo dejaría aquí (júbilo, sueños cumplidos, esperanza renovada), sino fuese ya quizás un escéptico, y a lo mejor ya no puedo soñar, o es que ya no tengo fe en las revoluciones, descafeinadas y light, de estos tiempos. Así, esta vez, este mail terminará en la desesperanza, refugiándose en unos versos del poeta salvadoreño Roque Dalton, que podrían referirse a la Revolución sandinista, o a cualquier otra, o hasta nosotros mismos:

Cuando sepas que he muerto
no pronuncies mi nombre
porque se detendría
la muerte y el reposo.